La educación ambiental debe ser valórica

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Por: Guido Asencio Gallardo – Académico

La idea de que la educación ambiental debe ser valórica, radica en que no solamente se debe influenciar las conductas de las personas, sino que también se debe plantear expectativas, lo cual es una tarea compleja, debido a que incidir en el origen de las conductas y actitudes significa explorar en los valores éticos de las personas. Una analogía válida para este caso, podría ser cuando en una cadena de producción se detecta que existen cuellos de botella en algún lugar del proceso productivo, para enfrentar la situación no se va directamente a la salida de tal proceso, sino que se busca desde el origen para encontrar el lugar exacto del error. Cuando se sabe que para asegurar que se cumpla con el “actuar bien”, resulta imposible que para cada acción exista alguien que lo vigile, por lo que incorporar valores éticos, resulta un imperativo de hacer lo que se tenga que hacer, pero sin que nadie esté vigilando, por eso cada persona debe hacerse responsable de su propio bienestar, así como también el de los otros conectado con la naturaleza y pensando en lo que se le deja a las futuras generaciones, este compromiso de una ciudadanía global y conectada, busca enfatizar de que un paradigma de desarrollo conlleva implícitamente una solidaridad entre los seres humanos y su conexión con la naturaleza.

La necesidad de una pedagogía basada en valores que incorporen en las personas conductas y actitudes para un mejor vivir no resulta simple, se requiere de un entrenamiento permanente que refuerce aspectos cognitivos, conductuales y éticos, puesto que estos son el reflejo de las enseñanzas que se llevan desde la casa, valores que son instituidos desde temprana edad, para reforzar elementos como la tolerancia, el respeto, la responsabilidad y la solidaridad. El énfasis de una educación ambiental, que se refuerce a temprana edad, está dado en que ellos absorben de mejor manera este tipo de conocimiento experiencial. El despertar la curiosidad en los niños también busca comprender elementos tan esenciales como el equilibrio del ecosistema, lo cual se comprende de mejor manera reforzando la enseñanza en terreno como se planteaba al principio de este artículo.

El lenguajear sobre la naturaleza (Maturana, 1993), fortalece otros aspectos de la vida en comunidad, como es la propia democracia para una mejor convivencia, todo aquello centrado en perpetuar los elementos básicos de la vida, lo cual si se trata de manera adecuada, podría ser una forma de atraer a los estudiantes a trabajar en el aula, constituyéndose en una motivación genuina por el aprendizaje, acompañado de una participación activa, que ayuda a los estudiantes a mejorar su relación con la comunidad, conocer su realidad local, adquiriendo elementos básicos para valorar el espacio territorial donde se desenvuelven, o “identidad local”. Los valores presentes en la educación ambiental proponen una utopía que inspira a despertar la curiosidad por ampliar el horizonte común en la juventud, donde los esfuerzos por interesarse en el bien común traen los frutos de un mayor compromiso con los actos que a diario mueven el mundo.

El desafío de la educación ambiental es complejo, como se ve debe abordarse desde diferentes disciplinas, utilizando un sinnúmero de estrategias que mantengan viva la esperanza de que otros sean motivados con conductas que pueden ser multiplicadoras para reestablecer el equilibrio social y ambiental. En un escenario donde los diagnósticos forman parte del pan de cada día, lo que queda es “apretar el botón”, el desequilibrio en el ecosistema es un hecho bastante estudiado, el riesgo de todos los conflictos ambientales en diferentes lugares pone en riesgo cada vez más la vida de muchas personas, animales, plantas y todo lo que forma parte del planeta.

Otro problema asociado a la educación ambiental, es la valoración de la vida de las especies. Cada día se pone en peligro de extinción gran cantidad de ellas, “se estima que en los próximos 20 – 30 años se perderán más de un millón de especies de plantas y animales” (Valdés, 1995). En un sentido valórico, ninguna vida es superior a la otra, manteniendo el equilibrio, es decir el hecho de cazar para subsistir se justifica para resguardar la cadena alimenticia, pero como en todo orden existen casos donde persisten prácticas que rayan en la inconsecuencia, como la caza por recreación, u otras que dejan entrever que pese a la gran cantidad de información disponible y formas de concientización seguirán existiendo. Para eso es importante que cada uno sea responsable de influir en quienes tienen carencia de valores. Un ejemplo es que se extinga una semilla para curar alguna enfermedad, lo que sería una consecuencia a la cual se podría estar expuestos si no se genera conciencia, esto ya ha pasado en varias ocasiones.

El respeto por las culturas originarias constituye otro elemento esencial en la educación ambiental, puesto que sus tradiciones tienen como centro una conexión entre el hombre y la naturaleza, por ello se habla del “Buen Vivir” que es una reflexión transversal en todos los pueblos.

La tarea es valorar a las especies en su plenitud. Cuando se realizan estudios de impacto ambiental, es necesario considerar este tipo de información, puesto que los proyectos invasivos pueden afectar el hábitat, donde todos los seres vivos tienen su legítimo valor. Quienes tienen el reto de preservar a las especies son los seres humanos, que deben tener un sentido amplio de lo que es la vida.

En suma, el concepto de recursos naturales, debiera repensarse puesto que las plantas y animales están catalogados como seres vivientes, para muchas ciencias, incluidas las contables y administrativas, lo que ha sido una transformación paradigmática, porque se pasa de una mirada cuantitativa sesgada donde los activos fijos o semovientes como los animales y plantas se consideran en una misma categoría de los mobiliarios. Con la aparición de las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF o IFRS en inglés) pasan a llamarse activos biológicos, reconociendo su calidad de ser vivo y, por lo tanto, se le agregan propiedades cualitativas que se incorporan en la valoración final. Otros autores pasan de llamarlos recurso natural a patrimonio natural. En este punto, nuevamente se vuelve a la utilización del lenguaje como un elemento constitutivo en toda su dimensión, los seres vivientes todos merecen un lugar en el propio lenguaje, por eso los seres humanos deben considerar que, al igual que otros seres, son parte del mismo ecosistema.

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