Los jóvenes viven un retroceso social a causa de la pandemia

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“Estuve sola durante toda la pandemia, y creo que ese sentimiento de soledad me persiguió, a pesar de que ya podía volver a salir”

Esperaban que sus 20 años fueran una época de amigos y del paso a la edad adulta. En lugar de ello, se sumieron en el aislamiento. Ahora miles de jóvenes tienen dificultades para volver a socializar.

Un estudiante tuvo varios ataques de pánico a la semana, estando a solas en su habitación. Otra sentía que le temblaban las manos cuando caminaba por calles concurridas. Una más se escondió en un baño mientras estaba en un restaurante con amigos, y se preguntaba por qué se estaba hiperventilando en su propia fiesta de cumpleaños.

Todos ellos viven con cierto grado de ansiedad social, un problema que va en aumento entre los jóvenes porque ese trastorno, agravado por la pandemia e intensificado por los meses de aislamiento, alimenta el retraimiento social y afianza los hábitos de reclusión.

Según el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, entre el nueve y el diez por ciento de los jóvenes y adolescentes estadounidenses padecen este trastorno, que se define como un miedo intenso a que los demás los observen y juzguen. Ahora, según los psicólogos, muchos han sentido que su cohibición extrema se agudiza.

Esa fue la experiencia de Garret Winton, de 22 años, de Tallahassee, Florida. Winton recordó una tarde de mayo en la que se acurrucó en la cama y se puso dos dedos en el cuello. Supuso que tenía unos 130 latidos por minuto. Era la señal de otro ataque de pánico, el cuarto que sufría esa semana.

Le habían detectado ese trastorno en la escuela, de niño, y lo dominó para cuando estaba en la universidad, pero perdió el control durante la pandemia, en especial aquella tarde en la que hiperventilaba a solas en su habitación, enfrentándose a los factores que aumentaban su ansiedad: el aislamiento, los agotadores turnos de trabajo como auxiliar de enfermería y los mensajes de texto que le enviaban sus amigos y se acumulaban sin que pudiera responderlos.

Ahora, con dificultades para respirar y viendo manchas negras, enfrentaba el recordatorio de que en el transcurso de la pandemia perdió gran parte de los avances que había logrado en el control de su ansiedad social.

“Estaba mejorando”, afirmó Winton. “Pero la pandemia detuvo el avance y provocó un retroceso”.

A medida que Estados Unidos continúa su resurgimiento gradual de los confinamientos, algunos jóvenes vuelven a lidiar con los síntomas del trastorno y encuentran nuevas inseguridades: miedo a los espacios públicos y reticencia a salir con los amigos. Según los expertos, el resultado ha sido un debilitamiento perjudicial de sus capacidades de socialización, lo que acentúa los posibles efectos duraderos de la pandemia en la salud mental de toda una generación.

Muchos jóvenes dicen que junto con estos sentimientos hay una presión para disfrutar de su juventud, a la vez que saben que la pandemia y su ansiedad social les han impedido dar los pasos más sencillos de la edad adulta, como conocer a nuevos compañeros de trabajo en persona, tener citas o simplemente divertirse con los amigos en una noche de fiesta.

“A medida que empecemos a socializar más, es probable que veamos mayores índices de ansiedad social que los que había antes de la pandemia”, aseveró Paula Yanes-Lukin, profesora adjunta de psicología de la Universidad de Columbia y del Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York.

Cuando Nevandria Page, de 25 años, se trasladó a Ottawa, Ontario, en junio para cursar una maestría, al principio se sintió entusiasmada por explorar una nueva ciudad. Antes siempre le había gustado salir a comer con sus amigos y descubrir cafeterías nuevas.

“Pero después, cuando salíamos, me sentía muy nerviosa y ansiosa, y sentía que todo el mundo me miraba”, recordó Page. “Sentía que estaba muy expuesta y bastante vulnerable”.

Temía salir de su casa. Pedir un café la hacía tartamudear y, cuando se hizo por primera vez unas trenzas azules estilo africano, sintió que la gente la miraba, así que se recargó en un edificio y lloró en voz baja, nerviosa por cómo la juzgarían los demás.

“Estuve sola durante toda la pandemia y creo que ese sentimiento de soledad me persiguió, a pesar de que ya podía volver a salir”, señaló Page.

Varios estudios y psicólogos de todo Estados Unidos prevén que el trastorno será más frecuente en los próximos meses, lo que provocará mayores índices de depresión, la cual ya afecta a cerca del 13 por ciento de los adultos de entre 18 y 25 años.

“Para los jóvenes, en particular, es preocupante porque es un momento en el que están construyendo esas habilidades sociales, y no han tenido tantas oportunidades como los adultos de más edad”, comentó Yanes-Lukin.

Lauren Ruddock, de 27 años, de York, Inglaterra, tiene ansiedad social desde los 9 años. Después de años de haber avanzado, dijo, ahora siente que su salud mental ha retrocedido por culpa de la covid.

La Revista CS
Lauren Ruddock, de 27 años, dice que la pandemia revirtió algunos de sus progresos en el control de la ansiedad social que la ha perturbado desde los 9 años.Credit...Lauren Ruddock

Había pasado de tener miedo a tropezar mientras tiraba la basura a sentirse cómoda cenando sola en restaurantes, una forma de terapia de exposición. En enero de 2020, incluso había conseguido leer su poesía en una noche de micrófono abierto. Más de un año después, sigue intentando esforzarse para llegar de nuevo a ese nivel.

“Siento que he retrocedido un par de pasos”, dijo. “Pero no quiero quedarme entre las cuatro paredes de mi casa para siempre porque eso solo va a empeorar la ansiedad social”.

Los jóvenes, normalmente definidos como los que tienen entre 13 y 25 años, no tienen completamente desarrollados los lóbulos frontales del cerebro, lo que exacerba sus síntomas de ansiedad, dijo Leela Magavi, psiquiatra de Newport Beach, California.

“Muchos adultos jóvenes se hacen preguntas repetitivas para tranquilizarse”, dijo Magavi, como por ejemplo si les seguirán cayendo bien a sus compañeros o si han cambiado a lo largo de la pandemia.

Para algunos, dijo, sus preocupaciones amplificadas han llevado a la reclusión y la depresión.

Según un estudio publicado en The Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, la ansiedad de los estudiantes respecto al regreso a clases presenciales podría ser mayor debido a las “fobias sociales” generadas por la pandemia.

Por eso, muchos centros educativos de todo el país están tratando de ofrecer más recursos de salud mental este otoño.

La Universidad de Alabama en Birmingham les está pidiendo a los profesores que estén atentos a señales de que un estudiante sufre de ansiedad social, como la impuntualidad y la falta de participación en el salón de clases, después de ver un aumento del 20 por ciento en los pacientes en el centro de asesoría estudiantil desde 2019.

“Si el personal docente no está consciente de la ansiedad social y su impacto, podría suponer que a los estudiantes no les importa o están desinteresados”, aseveró Angela Stowe, directora de los servicios de asesoría estudiantil de la universidad. “En realidad, tiene mayor relación con el miedo a participar en clase, equivocarse o a parecer tontos”.

Nanichi Hidalgo-González, de 21 años, de Tallahassee, dijo que estaba nerviosa por volver a la Universidad Estatal de Florida para las clases presenciales de este año.

Antes de la pandemia, dijo, era una “persona sociable a la que le encantaba hablar con la gente”. Ahora, está asistiendo con un terapeuta debido a su ansiedad, y a pesar de haber recibido la vacuna contra el COVID-19, sigue confinada en casa y casi siempre sale sola para cargar gasolina e ir al supermercado.

“Si salgo en ocasiones, me siento como si estuviera en una burbuja y tú estuvieras a punto de reventarla”, comentó.

Este año fue a un restaurante con unos amigos para celebrar su cumpleaños, pero experimentó náuseas y claustrofobia que son síntomas de un ataque de pánico. “Quiero vivir mi vida; quiero experimentar esto de la universidad”, dijo. “Pero luego siento que solo deseo quedarme en casa porque no quiero salir y sentirme nerviosa”.

Winton se siente identificado. Durante el verano ha tratado de dominar su ansiedad social, realizando actividades que sabe que le ayudarán, como hacer ejercicio y responder a los mensajes de sus amigos.

Hace poco, una calurosa noche, recibió un mensaje de un amigo: ¿Estaba libre para quedar con sus amigos y comer tacos?

Sí, respondió.

Subió a su carro y condujo hasta el restaurante mexicano, con los latidos del corazón acelerados. Al estacionar, pudo ver a sus amigos dentro. El cinturón de seguridad seguía abrochado.

“OK, Garret”, recuerda que se dijo a sí mismo. “Conoces a esta gente. Puedes hacerlo”. Repitió el estribillo mientras salía del carro. “Puedes hacerlo, puedes hacerlo”.

Se dirigió a la puerta y entró, donde le esperaban sus amigos y tortillas. Luego acercó una silla. Por fin, pensó. Esto era un progreso.

 

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