La verdad es ineludible, porque la realidad es ineludible

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Por Andrés Henríquez*

¿Qué es la verdad? ¿Acaso existe? Son dos preguntas que se han hecho siempre grandes pensadores y personajes de la historia humana: miles de páginas y litros de tinta han corrido al respecto, aunque probablemente tú mismo te las has planteado en la comodidad de tu casa, en la universidad o tarde en la noche en medio de un acalorado debate entre amigos. Son dos importantísimas cuestiones existenciales que interpelan a todo individuo sin importar su contexto.

Hace no mucho tiempo las respuestas a esas preguntas eran obvias, pero ya no más. El mundo y nuestras sociedades pasan momentos difíciles en todo sentido. Naturalmente, la verdad atraviesa también por un período de crisis. Nuestro tiempo es uno marcado por los cánceres de la relativización y la corrección política, que han llevado a estado terminal las certezas y los valores sobre los que se construyó el mundo que hoy conocemos.

Ejemplos de esto abundan: Paul Wolscht, un canadiense de 52 años, decidió abandonar a su esposa e hijos para vivir como una niña de 6 años. Apoyado por el gobierno, una pareja le adoptó y vive ahora como uno de sus hijos. Rachel Dolezal, una mujer estadounidense blanca y sin ninguna ascendencia africana se autopercibe negra y es reconocida como tal. Hombres ​—y preocupantemente cada vez más niños— con todos los cromosomas, hormonas y partes del cuerpo que los hacen indudablemente varones afirman ser mujeres y ser reconocidos como tal; y de forma similar, cada vez más mujeres y niñas afirman ser varones. Sienten que en realidad son de uno u otro sexo y que, por lo tanto, efectivamente lo son y nosotros debemos aceptarlo, sin importar la verdad.

Rebelarse contra estos delirios autoritarios es considerado delito moral —y legal en muchas jurisdicciones—. Decir la verdad hoy se considera cruel y te arriesgas a ser tildado de intolerante. “Lo que es verdad para ti, no lo es para mi”, todos alguna vez hemos escuchado esta nefasta expresión que no refleja sino el dominio de ese relativismo desconcertante, porque nos obliga a aceptar contradicciones obvias, a negar la realidad, el orden natural y el sentido común. Es así como las sociedades libertinas modernas nos seducen a ajustar la verdad a nuestras vidas y no a vivir según la verdad. El ser humano ha confiado desde tiempos inmemoriales en verdades universales independientes a él mismo, transitar el camino contrario conduce inevitablemente al caos, la infelicidad y la inviabilidad como especie. Existen cosas inamovibles, cosas que invariablemente son verdaderas. Las brújulas marcan el norte para todos, sin importar lo que cada uno prefiera o crea.

Entonces, ¿existe la verdad? La respuesta es sencilla: sí. Hoy la gente habla de “mi verdad” o “de lo que es verdad para mi”, es cierto que nuestras experiencias y lo que nos rodea está impregnado de semillas de verdad ​(Logos Spermatikos, según Justino El Filósofo)​, pero todo apunta siempre a una verdad superior y absoluta. Fundamentalmente, es verdadero solamente lo que coincide con la realidad: cualquier hecho, suceso, idea o cosa. Decir que el cielo es verde, que el socialismo funciona o que la Tierra es plana es falso, porque no se ajusta a la realidad comprobable.

Ahora bien, puedes tener tus opiniones y perspectivas sobre algo, pero no existen tales cosas como “mi verdad” o “tu verdad”: existe la verdad, lo que es verdadero para todos. Afirmar lo contrario es narcicismo y linchamiento intelectual. ​Decir que no existe una única verdad para todos por igual es declarar una verdad universal, es declarar el dogma de que es verdad que no hay verdad. El mundo necesita hoy personas que no teman alzar su voz en contra de la relativización y de la falsa libertad. Que se planten contra los sinsentidos de nuestros tiempos. La verdad no es opinión o preferencias, no es subjetiva ni relativa. Es ineludible, porque la realidad es ineludible y se necesita valor para asumirlo. Ninguna cantidad de discurso o ideología cambiará eso nunca y esa es la verdad.

*Andrés Henríquez
Es periodista venezolano, formado en las aulas de la Universidad Central de Venezuela.

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